La culpa
Un monstruo terrible que lanza fuego y tiene muchos tentáculos; así es la culpa cuando dejamos que controle nuestra vida. Es muy común, incluso emocionalmente saludable, pero cuando se presenta de forma frecuente puede convertirse en un problema.
La culpa es determinada por muchos factores: cultura, familia, sociedad, creencias, etc. Sentirla es sano porque nos permite reconocer nuestros errores, pero cuando adoptamos el rol de víctimas puede generarnos malestares físicos, psicológicos y emocionales, convirtiéndose en un obstáculo para nuestro bienestar.
Por lo general, los padres desarrollamos culpa por diversas situaciones: porque trabajamos y no dedicamos tiempo suficiente a nuestros hijos(as), por regañarlos o no comprarles lo que desean, por divorciarnos, etc. Motivos hay muchos, pero ¿piensas culparte todo el tiempo por tus acciones?
Es tiempo de que comiences a preguntarte: ¿por qué me siento así? ¿qué lo ocasiona? y ¿cómo puedo cambiar esta situación?
Primero necesitas evaluar las consecuencias de tus actos para determinar si estás haciendo lo correcto, y detectar aquello que, en la medida de tus posibilidades, puedes cambiar. Nadie mejor que tú sabe lo que hay que hacer.
Para apoyarte en este proceso, te compartimos algunos tips importantes:
- Ponte en el lugar de la otra persona; te permitirá analizar desde otra perspectiva.
- Reparte la responsabilidad a quien le corresponda; tal vez estás haciéndote cargo de muchas cosas que no te corresponden.
- Reconoce tus equivocaciones; es muy saludable y aprenderás de esa experiencia.
Por último, te comparto una reflexión muy interesante de Louis de Bonald acerca de la culpa:
“Una de las desgracias de nuestra época es que, al querer deshacernos de los sentimientos de culpa injustificados, también hemos relegado al olvido muchos que eran justificados”