Las personas que tienen autismo presentan alteraciones en diferentes áreas, principalmente en la comunicación y lenguaje, socio-emocional, conductual y social. Por ello, cuando un niño o niña recibe el diagnóstico de “Trastorno del espectro autista”, también conocido como “Autismo”, las madres, padres o cuidadores, buscan diversas terapias para mejorar su situación, como la terapia física, sensorial, de lenguaje e incluso conductual. Sin embargo, algo que es indispensable agregar es la alimentación, la cual es un eslabón fundamental en el abordaje integral.
En el autismo, es necesario llevar una alimentación libre de lácteos (caseína), trigo-cebada o centeno (gluten). Como señala la LINCA (Liga de Intervención Nutrición contra Autismo e Hiperactividad A.C.) en su página web, gran parte de los niños con autismo tienen deficiencias enzimáticas, lo que ocasiona que no puedan desdoblar adecuadamente estas proteínas (caseína y gluten), las cuales provocan conductas inapropiadas en ellos.
Puedes trabajar de forma paulatina o rápida el retiro de esto alimentos. La primera permite que la transición sea más suave tanto para el niño o niña como para la familia y aunque se presenten cambios, estos serán lentos. La forma rápida puede desencadenar mucha ansiedad e incluso agresividad, ya que el niño o niña va a necesitar consumir estos alimentos para sentir ese bienestar que le dan las sustancias que contienen, pero una vez pasada esta situación los cambios tienden a notarse más rápido. Recuerda que cada caso es diferente y no todos reaccionan de la misma manera, ya que son muchos los factores que influyen.
Ambas formas son correctas y depende de ti elegir la que decidas realizar. Sobre todo, porque es importante que tú, mamá, papá o cuidador, estés tranquilo(a) y seguro(a) para que sea algo sostenible y lo puedas llevar de la mejor forma dentro de tus posibilidades. Realizar el cambio de alimentos no es fácil, pero una vez implementado, verás que valdrá la pena.
“Donde hay voluntad, hay camino y esperanza”
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